lunes, 9 de mayo de 2011

Mourinho, el fascismo y el Ministerio de la Verdad

Que la psicología sea una de las ciencias que más ha estudiado el fascismo es muy significativo. El problema es que en muchos casos no se estudió para entenderlo y llegado el momento evitar que volviese, sino para todo lo contrario. Muchos de los científicos nazis fueron reclutados por los países occidentales, EE.UU. principalmente, y sus técnicas de manipulación de masas fueron incorporadas, previa mano de pintura democrática, vista su gran utilidad.

Naturalmente antes de poder militarizar las calles, invadir países o encarcelar disidentes, hay mucho trabajo por hacer. Para el patriotismo exacerbado y populista, tan rayante en ocasiones con el fascismo, la principal labor es convencer a los habitantes de que hay un “nosotros” destinado a realizar una gran labor histórica, un gran hito que hará a ese “nosotros” eterno y le hará pasar a la posteridad por ese acto heroico. Sin embargo no será tan fácil. Existe un enemigo hiperpoderoso, un supervillano malvado que no nos quiere permitir alcanzar nuestras metas, una hidra de seis cabezas, un Goldstein que tratará de confundirnos y de poner todas las trabas posibles, tomando la forma de una conspiración marxista, una conspiración judeomasónica, o… de un villarato-guardiolato-platiniato.

En los clubs de fútbol se desarrolla un sentimiento muy parecido al patriotismo. Un patriotismo de club que hace que los aficionados, por encima de clases sociales y de cualquier otra consideración, nos sintamos orgullosos de formar parte de un algo. Pero cuando ese patriotismo de club se desborda, igual que sucede en política, el fascismo puede esperar a la vuelta de la esquina. Naturalmente no estoy diciendo que Mourinho sea fascista porque desconozco sus ideas políticas, ni que lo sea el Real Madrid como club, pero hay patrones que es interesante analizar. En primer lugar el entrenador portugués llegó al club prometiendo éxitos, con una gran inversión detrás que parecía que podía poner en apuros la superioridad futbolística del FC Barcelona, e ilusionó al madridismo, le convenció de que si todo iba como debía ir volverían a ser el mejor club del mundo. Les hizo sentir otra vez fuertes, después de varios años de sufrimiento y frustraciones este era el año de levantarse y recuperar el orgullo perdido.

Pero no era suficiente con eso. Mourinho, una vez creado el “nosotros”, entendió perfectamente que había que crear un “ellos” y pronto empezó a señalar a los posibles enemigos de su proyecto y por tanto del Real Madrid y sus aficionados. El proyecto era perfecto, sus decisiones indiscutibles, y por tanto si fracasaba debía ser por factores exteriores: Los árbitros por sus atracos, la LFP por los horarios, Preciado por dejarse ganar, el FC Barcelona por doparse o hacer teatro, la UEFA por evitar por todos los medios que se metiesen en la final de Champions… Todos ellos forman el “ellos”, una conspiración que se opone al “nosotros” y a los objetivos que tenemos marcados, y naturalmente, tenemos que hacer lo que sea necesario para desenmascararles y derrocarles ya que nuestra labor histórica así lo exige. Igual que EE.UU. es un país cuyo único problema son Al Qaeda y Bin Laden y el que no les insulte lo suficiente es un antiamericano, igual que en España el principal y más grave problema, lo único que no nos deja vivir en paz es ETA y su cada vez más y más grande entorno (y cuidadito el que se salga de ese discurso), también Mou creó ese gran y único archienemigo entorno al que unirse todos los madridistas de bien, a riesgo de pasar al bando enemigo.

Pero Mourinho es solo una persona y no tiene el poder para difundir y convencer al madridismo de estos mensajes, él solo no puede crear los “dos minutos de odio” diarios, técnica indispensable para crear el chivo expiatorio ya explicado. Para ello está el Ministerio de la Verdad, dispuesto a desdecirse sobre lo que hiciese falta y convencernos de que nunca fuimos aliados de con quienes estamos ahora en guerra: si antes tirarse era picardía, ahora es vergonzoso; si antes quejarse de los árbitros era de equipos pequeños, ahora es cuestión de orgullo; si antes el Real Madrid tenía que jugar al ataque por su historia, ahora jugar a la defensiva es señal de astucia; si antes negociábamos los derechos televisivos de la mano del Barcelona despreciando al resto de equipos, ahora las televisiones están en nuestra contra y ponen horarios para favorecer al resto. A esto hay que añadirle fotos trucadas, tertulias incendiarias, un victimismo continuo… y ya casi tenemos la panorámica completa. Existe el “nosotros”, existe el “ellos”, y existe un poder mediático alimentando esto, pero también hay vida al margen de esos dos grupos. Craso error, no la hay, o no la debe haber. El tercer paso es ese, eliminar a los dudosos, quien duda no está con nosotros y por tanto está con ellos. Aquel seguidor de fútbol que se salga de la línea oficial dictada por Mourinho, aquel que ponga una coma a sus discursos, no solo es antimadridista (por mucho que pueda recitar las alineaciones blancas de los últimos 20 años), si no que además es barcelonista, apoya a Villar, a Platini y por tanto forma parte de la conspiración. Y como sea catalán o vasco quizás incluso sea antiespañol. Es más, incluso aquellos que se plegaron al mourinhismo como Valdano o determinados sectores de la prensa, pueden llegar a convertirse en antimadridistas en cualquier momento y caer en desgracia por un desafortunado instante de librepensamiento ante un micrófono.

¿Tendrá fin esta enajenación colectiva? Los hay que piensan que con la derrota en Liga y Champions acaba, pero la situación es la contraria. Eso no hace más que demostrar que Mourinho tenía razón con la conspiración. ¿Y si ganasen todos los títulos? También demostraría que el portugués tenía razón al ilusionarles y venderles un proyecto perfecto, y además tendría muchísimo más mérito al haberlo hecho derrotando a todos los poderes fácticos habidos y por hacer. ¿Entonces? En vista de que la destitución de Mourinho es imposible, (es más, ¡Florentino pasaría a ser un antimadridista!), y de que el propio entrenador parece que no tiene intención de cambiar de táctica, la única manera de rebajar este clima de tensión está en manos de los aficionados. Sin masas no hay líder populista, sin masas no hay unidad de destino en lo universal, sin masas un mesías se convierte en un loco, con todo el carisma del mundo, pero un loco más. Dejando de seguir esas tertulias incendiarias, recordando que por desgracia todos los equipos tienen teatreros, que si el FC Barcelona ha sido favorecido en algún momento por los árbitros el Real Madrid no le va a la zaga, etc. esta locura colectiva desaparecerá y podremos volver a disfrutar del fútbol como deporte. Sí, sí, disfrutarlo, por raro que suene. Iñigo A.R.

1 comentario:

Anónimo dijo...

gran artículo estoy totalmente de acuerdo contigo. que dejen de imaginar conspiraciones y que nos permitan disfrutar del fútbol.