Salta al campo España con su capitán el guardameta a la cabeza. Al llegar a mediocampo se sitúan allí esperando la salida de su rival. Al instante salta Italia al campo, se colocan en línea junto a la selección española, y realizan el saludo fascista a la grada. Allí está Benito Mussolini presidiendo el segundo Mundial de fútbol de la historia, primero en el que participa España.
Intercambio de banderines y sorteo de campo entre los dos capitanes, Ricardo Zamora y Giampero Combi, dos de los mejores porteros del mundo. En aquella época la selección española era considerada como una de las más potentes del momento, y a día de hoy es recordada como una de las mejores selecciones españolas de la historia.
En esta ocasión el once inicial lo forman Ricardo Zamora; Errasti, Quincoces; Cilaurren, Muguerza, Fede; Lafuente, Iraragorri, Lángara, Regueiro y Gorostiza.
Para completar la foto, la Italia fascista viste con su tradicional camiseta azul, pantalón blanco y medias azules. Por su parte España lo hace con camiseta roja, pantalón azul oscuro y medias también oscuras con tres franjas con los colores de la bandera nacional: rojo, amarillo y… morado. Y es que la primera vez que España disputó un Mundial lo hizo luciendo la bandera tricolor republicana ya que era la Selección de la República Española.
Estamos en los Cuartos de Final de Italia’34 y empieza en Florencia el partido considerado por muchos como una final anticipada. España se dedica a tocar y tocar intentando aprovechar la velocidad de Gorostiza y Lafuente. Los italianos también cuentan con una gran selección, un conjunto muy compacto formado por Vitorio Pozzo que basa su fútbol en el balón largo y en un juego muy muy duro. Además cuentan con la ayuda de hasta cuatro argentinos inscritos muy sospechosamente, e incluso un brasileño.
En el minuto ’30 el delantero vasco del Madrid C.F., Luis Regueiro, coloca el 0-1. La selección italiana sigue con su juego duro ante la permisividad del árbitro. Zamora no para de despejar los balones que cuelgan al área los italianos, y la delantera española va en busca del segundo tanto. Sin embargo cuanto está a punto de llegar el descanso, en uno de estos centros al área visitante, el delantero italiano Schiavo se olvida del balón y harto de las paradas de Zamora le sujeta para que así el ídolo Juventino, Giovanni Ferrari, remate a placer y logre el empate. El árbitro belga Louis Baert, pese a lo surrealista de la jugada, hizo la vista gorda como durante todo el partido.
La segunda parte siguió el mismo cauce. Zamora sigue saliendo valiente a los balones aéreos aprovechando su gran altura, salidas que aprovechan los italianos para propinarle varios golpes. Continúa el juego veloz español y las ocasiones. A díez minutos para el final Lafuente conecta un disparo que bate a Combi, poniendo el 1-2. Pero el colegiado Baert sigue sin estar por la labor, y anula un gol que parece claramente legal.
Finaliza el partido con un 1-1 injusto, sin embargo no cesan ahí las malas noticias para los españoles. Su parte de lesiones incluye a siete futbolistas, entre los que como era de esperar se encuentra Ricardo Zamora, a quien alguno de los muchos golpes que le propinaron le rompió dos costillas.
Ante el empate, se decide que al día siguiente se jugará un partido para dilucidar quien pasa a la semifinal.
En la Selección de la República Española solo pueden repetir cuatro jugadores, teniendo que entrar siete nuevos al once inicial debido a la violencia con que se emplearon los italianos. En esta ocasión la alineación de circunstancias la forman Nogués; Zabalo, Quincoces; Cilaurren, Muguerza, Lecue; Vantolrá, Regueiro, Campanal, Chacho y Bosch. Ante la baja de Zamora debuta Nogués, y el brazalete tricolor pasa a Jacinto Quincoces, quizás el mejor defensa del Mundo del momento.
Saltan los equipos al Estadio Giovanni Berta (actual Artemio Franchi), saludo fascista de los italianos e incluso de los árbitros a Benito Mussolini y comienza el partido. El guión es el mismo. España jugando un fútbol atractivo y saltando en cada regate para no ser cazados por las embestidas italianas, mientras que la azzurra cuelga continuamente balones al área de Nogués, que no para de llevarse golpes. Se muestra seguro el debutante, pero llega el primer susto cuando al salir a por un balón un italiano le golpea en la nariz, perdiendo éste su boina al estilo Zamora. Se recupera el portero español, pero poco después en el minuto 12 se produce otro centro al área. Entonces el delantero “italo”argentino Dimaría suelta un codazo al cuerpo de Nogués y le propina un empujón, momento aprovechando por la gran estrella transalpina Giuseppe Meazza para lograr el 1-0. Trifulca multitudinaria entre ambos equipos en la que se desata toda la rabia acumulada de la Selección Republicana.
Los 78 minutos restantes fueron un continuo de ataques españoles saldados o bien con patadas obviadas por el árbitro suizo René Mercet o bien por pelotazos en largo de los italianos. Incluso cuando la escuadra republicana lograba sortear las patadas fascistas y anotar gol, ahí estaba el colegiado suizo para anularlo como le sucedió a Campanal en un gol claramente legal, o a Quincoces en otro más dudoso.
No había nada que hacer, el resultado del partido estaba escrito antes de jugarse, y España quedaba eliminada. El bagaje de esos Cuartos de Final fue un total de once jugadores lesionados y tres goles anulados, quedando claro en qué consistió la eliminatoria. De poco sirvió que posteriormente el árbitro suizo fuese inhabilitado de por vida por su bochornosa actuación. Comenzaba para España la maldición de Cuartos de Final, la maldición republicana.
En Semifinales la Italia Fascista eliminó a la Austria de Sindelar (años después ejecutado por negarse a jugar para los nazis), y en la final venció a Checoslovakia, completando de esta manera la farsa.
Fue un Mundial lleno de anécdotas y curiosidades: la bandera tricolor republicana como símbolo de la primera selección española mundialista, Ricardo Zamora convirtiéndose en el primer portero en detener un penalty en un Mundial, el inicio del estilo italiano de dureza y efectividad, el comienzo de la utilización del fútbol con fines políticos, propaganda y saludos fascistas por todos lados, la recepción de la Selección Española como héroes nacionales pese a la derrota, el festejo italiano con tintes militaristas…
Pero sobretodo destacó el descubrimiento por parte de los gobernantes de que como dijo Goebbels: “una victoria de la selección era más importante que la conquista de algún pueblo del Este”. El fútbol comenzó a usarse para lograr la adhesión del pueblo al líder, para distraer de determinados problemas más importantes, para hacer crecer un patriotismo acrítico que acepte todo por “el bien de la nación”. ¿Qué hubiera pasado en la Italia fascista si hubiesen sido eliminados a las primeras de cambio? ¿Y si los JJ.OO de Berlín hubiesen sido un desastre hubiera cambiado algo? Nunca lo sabremos.
Sin embargo sí sabemos que el robo a aquella España republicana por la Italia fascista generó más simpatías por la causa que mil mítines políticos. Igual que el codazo de Tassotti a Luis Enrique en el ’94 hizo que más gente se sintiera orgullosamente española y patriota que 30 años detransición. O lo mismo que la victoria en la Eurocopa de 2008 normalizó más la bandera rojigualda y el españolismo que 35 años de parlamentarismo. ¿Acaso alguien duda quela actuación de España en este Mundial va a influír y mucho en la situación política española?
Aquel partido fue el comienzo de la maldición de Cuartos de Final de España en los Mundiales, una maldición republicana que fue rota una vez en Brasil ‘50 y vapuleada en Sudáfrica 2010.
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