lunes, 22 de marzo de 2010

El día que murió Maradona


Un día será el día en que murió Maradona. Ese día el mundo se sorprenderá ante las muestras de dolor y la dimensión que alcanzará el hecho.

Un día como cualquier otro todos los diarios del mundo darán la noticia y podremos leer los análisis más complejos, sensibles, críticos o simplistas sobre la muerte del jugador de fútbol.

He escuchado sobre Diego las más extravagantes conjeturas incluyendo los más entupidos análisis sobre su vida y sobre lo que ella significa para los argentinos, en particular, y para los futboleros del mundo en general.

Desde los ignorantes que hacen hincapié en su adicción a cocaína, hasta los mediocres que se creen libres de culpa y cargo adjuntando la frase: "Como persona prefiero no opinar, pero como jugador de fútbol ha sido el mejor".

Me he puesto a pensar por qué Maradona es considerado por muchos como un dios, y por qué es humano. Creo que esto quizás ayude a algunos a pensar que no es tan extraño que le hayan adjudicado ese título tan pesado, y que también puedan empezar a pensar en lo positivo de que ese dios haya sido tan falible.

Desde luego este no es un trabajo de análisis sociológico que explique el fenómeno del 10, ya hay gente mucho más capaz en la materia que ha llenado páginas completas respecto al tema. Este escrito es tan solo una puesta a pensar. A pensar en símbolos, en momentos, en metáforas que lo convirtieron en dios, un dios nacido de un balón de fútbol cuyo nombre científico es D10s

Diego fue, es y será (porque el recuerdo no hace más que acrecentar el mito) el mejor jugador de fútbol de todos los tiempos. Cuyo antiguo testamento narrá vivencias de un niño de clase media baja de uno de los países más futboleros del planeta.

1- El mejor jugador de fútbol de una región cuya religión es el fútbol se convertirá en Dios.

Diego vistió la camiseta del club más popular del país, se declaró hincha fanático y colocó la camiseta de la selección nacional por sobre todas,

2- La nación y su símbolo por sobre los intereses particulares.

Jugó con los tobillos violetas e infiltrado hasta decir basta.

3- Sacrificó su cuerpo por la celeste y blanca. Una especie de sacrificio humano en representación a un pueblo castigado.

En el 86, primer mundial luego de la Guerra de Malvinas donde Argentina fue humillada por la Armada Inglesa y por sus propios gobernantes asesinos, Maradona engañó (de la manera en que un ratón engañaria a un león) a los ingleses, y para que no todo quede en un engaño hizo el gol más maravilloso de la historia de los mundiales.

4 - Nos sentimos ganadores en algo, después de tanto perder en todo.

En el 90, el mundo lo vió putear a la hinchada italiana que silbaba el Himno Argentino. No es dato menor agregar que en esa época Diego jugaba en Italia y era ídolo absoluto.

5- No son pocos los que con el llanto de Diego en la final de la copa de Italia 90 sintieron inconscientemente el llanto de dios ante la injusticia.

Podría seguir, y seguir, la vida de Diego está llena de estas especies de parábolas místicas. Pero para la fortuna de los que lo aman de manera desmedida y los que lo odian sin razón, Maradona es humano.

Imaginemos a Diego con el aspecto de Beckham, la vida ordenada de Batistuta, la habilidad comercial de Pelé y la pulcritud protocolar de Platini.

Maradona sería el mejor, el ejemplo, el hombre más rico del planeta, pero no sería dios. ¿Por qué? porque son los que esperan siempre un milagro aquellos que le llaman dios, y dios debe ser rebelde. Porque dios no puede ser políticamente correcto, porque dios debe ser crítico del mundo, porque dios no representaría lo ideal de un mundo que esta lleno de errores, falacias, mentiras y traicciones.

He visto a más de un idiota criticarlo para acto seguido salir corriendo a sacarse una foto con el mito. He visto a grandes señores explicar que Diego era como Aquiles, con la diferencia de que fue sostenido por su lengua en lugar de por su talón.

Por suerte, para los que no podían soportar un dios humano, Diego es un pecador: se droga!!!!!

Y fue ese detalle el que sirvió para decirle al mundo: vean lo que pasa paganos del mundo!!!

He escuchado a imbeciles magníficos decir: "lo que nunca le voy a perdonar a ese Maradona es que se drogue". Como si alguien tuviera el derecho, o el poder, de perdonarle algo a alguien que jamás pretendió el lugar donde fue colocado.

Usado por todos, fue un alivio para muchos verlo esposado, verlo humillado, verlo procesado, verlo con sobredosis, verlo con sobrepeso, verlo ser quitado de la cancha.

Y las frases sagradas seguían brotando de la misma boca con que críticó a la FIFA, al Vaticano y a los gobiernos (casi siempre sin encarnar ni más ni menos que la voz popular de insostenible análisis pero certera cual latigazos explosivos que ayudaban a llenar páginas y tiempo televisivo).

"Me cortaron la piernas".

"La pelota... la pelota no se mancha".

Y las frases y acontecimientos ayudaban a endiosar más al humano y a humanizar más al ídolo.

Maradona es dios para quienes es dios: y eso no soporta mayor análisis. Maradona no puede dejar de ser Maradona ni siquiera en un pueblito de campesinos en la China. Maradona fue entronado, devorado, consumido y vapuleado por el mundo. Maradona es una persona, pero como dice una letra del músico Calamaro (cuyá frase parece bastante tonta en su primera lectura) "Maradona no es una persona cualquiera". Diego carga con el peso de ser Maradona las 24 horas del día. Carga con el deseo de millones que depositaron en él todo, sin que el lo pidiese, y con el deseo de millones de ver como otro dios vive su ocaso traumático para ser despedazado por sus propios pecados (que de hecho no son aquellos que aparecen como tales).

Maradona solo saber jugar, eso es lo que ha echo y lo que hará hasta el día en que los diarios publiquen: Maradona ha muerto.

Ese día todos jugaremos por él, nadie lo extrañará realmente salvó los que lo aman no por ser Maradona (el resto estaremos ocupados alimentando el mito). Hasta allí mismo seremos crueles como sabemos serlo los humanos, a partir de allí se lavaran sus pecados porque ya no será su vida una amenaza. A partir de allí se caerán las teorías y terminaremos de despedazarlo guiados por el odio o el amor. Un amor y un odio que más que ver con Maradona tiene que ver con la esencia humana.

La pompa de su entierro será inolvidable, y durara años, siglos.

Habrá lagrimas desconsoladas, y en Argentina se habrá muerto el tercero: Gardel, Evita y Diego. Y seguirán los juicios de valor, y algún entupido dirá: "no supo manejar su vida" y la trilogía del Arte, Política y Deporte sumirá a la nación en un velorio permanente con orgullo y añoranza. Quizás ese día Argentina se hunda para siempre como la Casa Usher de Poe. Quizás no.

Quizás se le adjudiquen milagros y pecados que jamás cometió. Quizás yo muera antes, pero si muero después, creanme que ese día no tendré ganas de escribir. Solo estaré deseando que allí donde vaya, si es que Diego va algún lado: haya un balón. Porque allí, en esa esfera redonda es donde empezó todo y es con la que le vi las sonrisas más sanas, simples y sinceras.

Una pelota, para quien este circo intentó mostrarlo como lanzallamas, payaso, equilibrista, hombre elástico y fiera en rebeldía.

Una pelota porque fue ella la única capaz de darle placer sin pedirle ni exigirle que se comporte como un dios.

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