viernes, 27 de marzo de 2009

El Liverpool no jugará el 15 de abril en homenaje a los aficionados que dieron su vida por acudir a animar a su equipo


Hay un fútbol antes y después de Hillsborough, la tragedia que se llevó por delante la vida de casi un centenar de hinchas del Liverpool. Dentro de tres semanas se cumplirán diez años aunque el desastre sucedido en Sheffield está de actualidad porque la UEFA ha accedido a la petición del conjunto "red" de no jugar el 15 de abril partido de la Liga de Campeones en homenaje a los aficionados que dieron su vida por acudir a animar a su equipo y se encontraron una trampa mortal en el fondo de un estadio que felizmente también es historia.


Hillsborough es la historia de un desastre, de una masacre que acabó con la vida de 96 hinchas del Liverpool y que cambió para siempre el fútbol. Sucedió el 15 de abril de 1989. Las aficiones del Liverpool y del Nottingham Forest acudieron en masa a Sheffield a presenciar la semifinal de Copa. Como la mayoría de estadios ingleses, Hillsborouh era incómodo, viejo, inseguro, con el terreno de juego rodeado por una valla difícil de superar, con pasillos estrechos y accesos complicados: el típico recinto en el que decenas de miles de aficionados seguían cada fin de semana los partidos de pie en medio de una incomodidad difícil de entender si no has crecido en medio de esa marea humana.

A la afición del Liverpool le correspondió ocupar Leppings Lane, un graderío infame que media hora antes de comenzar el partido ya estaba atestado de gente. Un atasco colapsó ese día en las calles de Sheffield a un buen número de aficionados del Liverpool que llegaron a toda velocidad al estadio sin que la policía, inexperta en manejar situaciones de aquel tipo y cuyo jefe había accedido al cargo un par de semanas antes, fuese capaz de ordenar su entrada. En vez de dirigir al público hacía la zona alta de la grada –donde quedaba espacio– los hinchas del Liverpool trataban de acceder por las primeras puertas que encontraban a su paso. Eso llevó a toda aquella marea al mismo lugar. Los aficionados de aquel sector comenzaron a ser empujados hacia la valla que ejerció de frontera inexpugnable con el terreno de juego. La policía observaba la escena sin entender que la única solución era abrir las puertas de acceso al terreno de juego y evitar que la grada se convirtiera en un matadero. Con varios minutos de retraso comenzó la final mientras las cámaras de televisión no hacían otra cosa que dirigir sus objetivos a aquel fondo que parecía estar a punto de reventar. Los seguidores comenzaron a subir la valla, otros fueron izados hacia el primer anfiteatro. Un grupo de hinchas, que consiguieron romper una de as puertas, alcanzaron el terreno de juego haciendo gestos de desesperación. La tragedia comenzaba a presentirse. Desesperado tras comprobar que el juego no se detenía, un seguidor se dirigió al capitán del Liverpoo, Alan Hansen, y le dijo “ahí está muriendo nuestra gente” y ya no se volvió a jugar. La policía, demasiado tarde, abrió todas las puertas de acceso al estadio y se descubrió la tenebrosa realidad. El público comenzó a invadir el terreno de juego; tras ellos, en la grada, quedaban los cuerpos sin vida de 96 personas –buena parte de ellos, menores– que no habían sido capaces de resistir y murieron de asfixia.

Al día siguiente hubo quien quiso desviar la culpa hacia los hooligans (sólo tres años antes había sucedido lo de Heysel), pero lo cierto es que las causas de la tragedia de Hillsborough había que encontrarlas en la incapacidad de las autoridades para establecer unas medidas mínimas de seguridad y en el deficiente estado de los campos de fútbol, que ya no servían para el fin con el que fueron creados. El Gobierno encargó la investigación de lo sucedido en Sheffiel al juez Taylor que realizó un dictamen decisivo y que terminaría con el fútbol como se entendía en ese momento. Margaret Thatcher y su equipo siguieron sus conclusiones al pie de la letra. Taylor propuso estadios más seguros, que se eliminaran las vallas, las localidades de pie, que todo el mundo estuviese cómodamente sentado y que alrededor de cada encuentro existiese un protocolo de seguridad muy estricto que evitase las acciones de los hinchas violentos y redujese al máximo la inseguridad de los aficionados que acudían a los estadios. El Gobierno no se lo pensó. Buscó dinero en todas partes y de la mano de los clubes cambiaron para siempre los estadios y el fútbol. Nació otra modo de vivir este deporte, apareció la televisión de pago, desaparecieron los hooligans y de alguna forma murió el fútbol como el pasatiempo preferido por la clase obrera. Todo se precipitó porque una tarde de abril de 1989 casi un centenar de hinchas del Liverpool llegaron a Sheffield en busca de una diversión y se encontraron con la muerte escondida en la grada de un estadio de fútbol. Por eso el Liverpool no quiere jugar ningún 15 de abril. Ese día sólo lo dedican a recordar a sus muertos.

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